Un símbolo es un símbolo porque es un símbolo, ya que si no fuese un
símbolo nunca podría ser un símbolo. Pero un símbolo no es un símbolo solamente
porque sea un símbolo, pues nunca (repetimos; y añadimos ahora:) jamás podría
ser un símbolo si careciera de lo que verdaderamente le hace ser (así como el
bosón de Higgs es lo que hace que las partículas elementales tengan masa) un símbolo:
el valor simbólico.
La relación entre ambos es recíproca, y hasta podría decirse que
tautológica, puesto que el valor simbólico no tendría valor alguno si careciera
de un símbolo al que otorgárselo. Piensen ustedes (reconozco que la imagen es
un tanto vulgar) en la pescadilla que se muerde la cola y empezarán a entender
lo que trato de decirles.
Últimamente prolifera la retirada de ciertos símbolos. Aplausos. Y
abucheos para quienes, por ejemplo, quieran llenar con un retrato el hueco que
ha dejado un busto. Pero abucheos (preventivos) también para quienes trataran
de reemplazar el busto o el retrato por otro
busto o por otro retrato. Nada de
símbolos.
No se trata de quitar el crucifijo para poner la media luna. Ni uno ni
otra. Por cierto (y disculpen la digresión pero uno no puede evitar haber leído
el Tristram Shandy), ¿han advertido
ustedes lo que se parecen la sombra de un crucifijo y la de una espada? Y ¿qué
me dicen de la similitud entre la curvatura de la media luna y la de un alfanje
o la de una cimitarra?
Aunque puestos a salirse de madre, ¿no les parece curioso que cruzando la
media luna y el crucifijo obtendríamos algo muy parecido a lo que podríamos
calificar de archisímbolo de los antisímbolos: la hoz y el martillo?
Curioso, ¿verdad? Pues así podríamos seguir y seguir y seguir si el
editor no me racionara el espacio. “Aprende
a pensar en renglones contados”, me dice siempre. “No hagas sufrir al lector más de lo necesario.”
El que paga, manda. Y se supone que el editor paga. Lástima... Con todo
lo que yo podría seguir diciéndoles sobre los símbolos... Aunque, pensándolo
bien, lo que de verdad de verdad de verdad tendría que decir sobre ellos ocuparía
menos de una línea. Muchísimo menos. Como que cabría en una sola frase: Me cago en los símbolos.
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