viernes, 31 de julio de 2015

Símbolos

Un símbolo es un símbolo porque es un símbolo, ya que si no fuese un símbolo nunca podría ser un símbolo. Pero un símbolo no es un símbolo solamente porque sea un símbolo, pues nunca (repetimos; y añadimos ahora:) jamás podría ser un símbolo si careciera de lo que verdaderamente le hace ser (así como el bosón de Higgs es lo que hace que las partículas elementales tengan masa) un símbolo: el valor simbólico.
La relación entre ambos es recíproca, y hasta podría decirse que tautológica, puesto que el valor simbólico no tendría valor alguno si careciera de un símbolo al que otorgárselo. Piensen ustedes (reconozco que la imagen es un tanto vulgar) en la pescadilla que se muerde la cola y empezarán a entender lo que trato de decirles.
Últimamente prolifera la retirada de ciertos símbolos. Aplausos. Y abucheos para quienes, por ejemplo, quieran llenar con un retrato el hueco que ha dejado un busto. Pero abucheos (preventivos) también para quienes trataran de reemplazar el busto o el retrato por otro busto o por otro retrato. Nada de símbolos.
No se trata de quitar el crucifijo para poner la media luna. Ni uno ni otra. Por cierto (y disculpen la digresión pero uno no puede evitar haber leído el Tristram Shandy), ¿han advertido ustedes lo que se parecen la sombra de un crucifijo y la de una espada? Y ¿qué me dicen de la similitud entre la curvatura de la media luna y la de un alfanje o la de una cimitarra?
Aunque puestos a salirse de madre, ¿no les parece curioso que cruzando la media luna y el crucifijo obtendríamos algo muy parecido a lo que podríamos calificar de archisímbolo de los antisímbolos: la hoz y el martillo?
Curioso, ¿verdad? Pues así podríamos seguir y seguir y seguir si el editor no me racionara el espacio. “Aprende a pensar en renglones contados”, me dice siempre. “No hagas sufrir al lector más de lo necesario.”
El que paga, manda. Y se supone que el editor paga. Lástima... Con todo lo que yo podría seguir diciéndoles sobre los símbolos... Aunque, pensándolo bien, lo que de verdad de verdad de verdad tendría que decir sobre ellos ocuparía menos de una línea. Muchísimo menos. Como que cabría en una sola frase: Me cago en los símbolos.


jueves, 30 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ La austeridad bien entendida empieza por vosotros mismos.

§ Apretaos el cinturón para que yo me pueda comprar otros tirantes.

miércoles, 29 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ ¿Recuerdan ustedes aquello de la mentira que repetida mil veces se convertía en verdad? Pues, por si acaso ocurriera lo mismo con todo, probemos suerte. Escribamos mil veces en la pizarra: Delendus est PP.

martes, 28 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Seamos realistas y no pidamos lo imposible: mientras hubo migajas que repartir, la corrupción —nunca se olvide— fue absuelta en las urnas.

lunes, 27 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Quienes tenemos suficiente memoria —aunque sólo sea, ¡ay!, porque amontonamos canas— para recordarlo, nunca olvidaremos a don Gonzalo Fernández de la Mora, ministro de Obras Públicas en los últimos años del franquismo y, poco después, uno de los llamados siete magníficos que con don Manuel Fraga Iribarne a la cabeza (y ¡qué cabeza!) fundaron Alianza Popular, organización política que tras un lavado de cara, aunque al parecer no de manos, pasó a denominarse Partido Popular. Este tal don Gonzalo puso en circulación en su época de ministro —e incluso llegó a escribir un libro así titulado— la expresión estado de obras. Pues bien, aquella expresión tan grata a los gobernantes franquistas ha sido transformada (bastaba con añadir una c) por sus hermanos, cuñados, primos, hijos, sobrinos y nietos —para resumir: por quienes ahora nos gobiernan— en la para ellos no menos grata estado de cobras. Y no se refieren con ella (aunque quizá también) a un venenoso ofidio, sino a la flexión de un verbo de la primera conjugación: yo cobro, tú cobras, él cobra, nosotros cobramos, vosotros cobráis, ellos cobran.

sábado, 25 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ El tonto que esto escribe pregunta: ¿Se dice rey emérito o rey demérito?

§ Karl Marx escribió en alguna parte aquello tan citado de que cuando la Historia se repite lo hace una vez como tragedia y otra como farsa. Pero, claro está, no pudo conocer la excepción que ponía a prueba (véase The Devil’s Dictionary de Ambrose Bierce) y refutaba su regla: accidente del Metro de Valencia en 2006 y accidente del tren Alvia en Angrois en 2013.

§ ¡Hombres de poca fe! ¿Todavía seguís afirmando que una virgen no puede ser madre? Inseminación. Cesárea. Himen intacto, como un cristal traspasado por la luz. (Ahora bien, que vaya con mucho cuidado el rey Macbeth.)


§ ¿Quién dice que el himno de España no tiene letra?: Lólo lólo loló loló lolólo lólo lóolo lóoo loló loló lolóoo...

viernes, 24 de julio de 2015

Malestar

Era como si estuviesen clavándole agujas de vudú; pero directamente a él, no mediante muñeco interpuesto. Le asaltaba un malestar difuso, una palpitación punzante que no sentía en una parte concreta del cuerpo sino en todas a la vez y a la vez en ninguna. Como si tuviera alma. Como si el alma fuese algún ente gaseoso que lo recorriera de la cabeza a los pies. Como si a ese gas es al que estuviesen clavándole las agujas.
El asalto había empezado esa misma mañana, al abrir el buzón. Las facturas de siempre, la publicidad de siempre y, novedad, un volante de una empresa de mensajería avisándole, con unos garabatos apenas legibles que parecían escritos por un médico, de la recepción de un paquete a su nombre. Con las primeras punzadas pensó que debía de tratarse de un error, pues estaba seguro de no haber hecho ningún pedido, ni por Internet ni por ningún otro medio. Imaginó que podía tratarse de algún truco para venderle algo. Pero venía a portes pagados.
Ya de vuelta en casa, con el minúsculo paquete en la palma de la mano, recordó cuando se disponía a abrirlo (y mientras las punzadas seguían avanzando) la mirada como de reproche -punzada- del empleado de la mensajería al entregarle el envío, y el cuchicheo de ese mismo empleado con uno de sus compañeros -punzada, punzada- que había alcanzado a observar desde la puerta de salida. Tal vez fuese entonces cuando debería haberse explicado el malestar. Entonces, cuando al desenvolver el paquete vio que era un diminuto ataúd transparente en cuyo interior yacía un dedo índice derecho.
Debía de tratarse de alguna broma macabra. El dedo, por supuesto, no podía ser real, no de carne y hueso. Aunque como imitación había que reconocer que era excelente. Hasta tenía un resto de suciedad negruzca bajo la punta de la uña. Como si hubiese tratado de arañar la tierra de una tumba.
No tenía que haberlo enterrado en el cubo de la basura. Tal vez, aunque no fuese creyente, debería haberle dado cristiana sepultura. Aunque sólo hubiera sido para que cesaran las punzadas y remitiera el malestar y pudiera dormir. Aunque sólo hubiera sido para que ahora, en la cama, no tuviera que estar viendo el dedo, luminiscente y sanguinolento y acusador. No tuviera que estar viendo el dedo apuntándole a la frente.


jueves, 23 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Antes se decía: Pan para hoy, hambre para mañana. Ahora habría que decir: Con Rajoy, ni pan para hoy.

miércoles, 22 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Para el tonto que esto escribe la prueba definitiva de que Dios no existe tiene dos caras: una es la de un presunto señor Zaplana y la otra es la de un presunto señor Aznar.

§ Calentamiento global. ¿Se acuerdan ustedes de cuando lo que nos daba miedo era el invierno nuclear?


martes, 21 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Criptografía recreativa. El abecedario de la corrupción estará incompleto mientras sigan faltándole las dos letras principales: la A y la Z.


lunes, 20 de julio de 2015

domingo, 19 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Geopolítica recreativa. Pasamos el siglo XX pagando los intereses del Imperio Británico. En lo que llevamos de siglo XXI no estamos haciendo otra cosa que pagar los intereses de los vencedores de la Guerra Fría. Los paganos de siempre, ¿dejaremos de pagar algún puñetero día?


viernes, 17 de julio de 2015

Nostalgia

Hubo una época en la que yo era capaz de volar. Veía alejarse la tierra bajo mis pies y acercarse las nubes hasta tenerlas al alcance de la mano. Asomado a cualquiera de ellas, contemplando el panorama a vista de pájaro, veía cumplida una de mis ilusiones incumplidas: me habría gustado ser cartógrafo (bueno, entre tantas otras ilusiones incumplidas también he tenido siempre la de ser pianista). Puestos a pasar la vida en una oficina, inclinando la cabeza sobre una mesa llena de papeles o quemándome los ojos frente a una pantalla de ordenador, que al menos lo que tuviera delante hubiesen sido mapas. Ésa fue siempre mi mayor ilusión. Incumplida, ya digo. Como tantas otras.
Saltando de nube en nube llegaba a conocerse a gente muy interesante y muy variada, gente que parecía razonablemente feliz, gente que incluso resultaba ser inteligente (ente, ente). No como esa gente de caras fúnebres y somnolientas que uno encuentra en los autobuses, en los trenes de cercanías o en el metro. Gente que tal vez lleve en el alma un Bartleby o un lector de Le droit à la paresse pero que no puede evitar llevar en el cuerpo un galeote. Y eso en lo que, no sin amarga ironía, podríamos llamar los buenos tiempos. Porque ahora ¿quién no daría lo que fuese con tal de tener un remo al que poder encadenarse?
Pero estoy poniéndome sociológico, cuando en realidad lo que me siento es nostálgico, melancólico y hasta diría -por el vaso de whisky que tengo en la mano- que alcohólico.
Saltando de nube en nube también era posible conocer muchas ciudades: Madrid, París, Lisboa, Londres, La Habana, El Cairo... Y Barcelona; sobre todo, Barcelona. Cuando aún era Barcelona y todavía no era Barcelona. (No obstante, allí quiero que sean dispersadas mis cenizas, en un vuelo póstumo desde lo más alto de una fuente en un parque.)
Nunca necesité hacer nada especial para volar (nada de aleteos de manos y pies o cualquier otra tontería por el estilo). Por eso ahora no sé qué hacer para volar de nuevo. Lo quisiera; pero sé, sencillamente lo sé, que ya no puedo. Sólo me queda el recuerdo y la nostalgia de aquella época en la que era capaz de hacerlo.


jueves, 16 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Paradoja (palabra, recuérdese, de origen griego) de Sancho Panza: se haga caso a los bancos o no se les haga caso, mal para el cántaro.

domingo, 12 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Parafraseando a Tolstói: ¿Por qué los que escriben bien lo hacen cada uno a su modo y se parecen tanto entre ellos los que escriben mal?

viernes, 10 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Juan 13,34 revisado. Un viejo mandamiento os doy: Corromppeos los unos a los otros.

Reunión de amigos

Una vez a la semana, invariablemente los viernes, nos reunimos unos cuantos amigos para echar unas manitas de póquer. Unos cuantos quiere decir cuatro. A saber: Segismundo Amis, Tonto el que lo escribe, El que escribe para olvidar y El abajo firmante (es decir, un servidor de ustedes; o sea, yo y yo y yo y solamente yo y nadie más que yo; aunque a veces no sé muy bien si firmo abajo o si firmo arriba).
Nos conocemos de toda la vida. Vamos, como si nos hubiésemos parido. No conseguimos engañarnos ni con las caras de póquer ni con las falsas muecas ni con los más deslumbrantes faroles. Por eso siempre terminamos ni ganando ni perdiendo. Tampoco es que las apuestas sean nada del otro mundo, no crean. En mi otra partida semanal -la que juego con mi sombra, mi reflejo y el reflejo de mi sombra (o tal vez sea la sombra de mi reflejo, que nunca lo tengo muy claro)- las apuestas sí que van en serio.
Con lo que no hemos ganado ni perdido nos vamos de copas. A escote. Y como ya estamos bastante talluditos para hablar de mujeres (nos horrorizan los viejos verdes) y además da la casualidad de que los cuatro tenemos el vicio de emborronar papeles, siempre terminamos hablando no tanto de lo que escribimos como de lo que quisiéramos escribir.
El que escribe para olvidar lo hace tan rematadamente bien que al final nunca se acuerda de lo que escribe. Tonto el que lo escribe es una especie de Sócrates de pacotilla, siempre tonteando con sus tontas breverías o sus breves tonterías. Segismundo Amis es el más fantasioso, el más soñador, el Antoñita la fantástica del grupo; asegura con toda seriedad que tiene dos proyectos entre manos: un libro de poemas titulado VersoSinversos (ya podrán imaginar ustedes) y otro de no se sabe qué (por mucho que lo intenten no podrán imaginarlo) titulado ArgumentOrio.

(No saben cuánto lo lamento, pero El abajo firmante se ha quedado sin espacio para hablar de su libro. Sólo le queda algo más de una línea para agradecer a sus amigos que, por esta vez, le hayan ayudado a resolver su gran problema semanal: qué diablos o demonios escribir en la columna de los viernes.)

jueves, 9 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ ¿Cuándo será el momento de hablar de todas esas cosas sobre las que el político de turno dijo en su momento que no era el momento de hablar de ellas?

miércoles, 8 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ La democracia, tal como la entienden unos, consiste en cambiarle el collar al perro cada tantos años. La democracia, tal como la entienden otros, consiste en cambiarle el perro al collar cada tantos años. La verdadera democracia, tal como nunca jamás llegarán a entenderla ni unos ni otros, debería consistir en que no hubiera ni perros ni collares, ni collares ni perros.

martes, 7 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Contemplando el otro día uno de los panoramas más horrorosos de su ciudad, el tonto que esto escribe llegó a la conclusión de que la ecuación (on-on) que describe la conocida como curva de Calatrava se resuelve invariablemente dando como resultado un uno seguido de una interminable y bien nutrida fila de ceros.

§ ¿Por qué diablos o demonios ha de ser tan fácil hacer pagar un euro a un millón de contribuyentes y tan difícil hacer pagar un millón a uno solo?



lunes, 6 de julio de 2015

Reflexiones que no interesan a nadie y que no conducen a nada


Primo: que no se entere mi madre de que he escrito esto. Secundo: quienes no sean capaces de leer más de dos líneas (bueno, pongamos que cuatro) sin verse asaltados por la conjuntivitis que se abstengan de seguir adelante, pues a buen seguro sufren un síndrome que no es sino el reflejo especular del que padecen -y muchas veces son los mismos quienes están a uno y otro lados del espejo- los que no pueden escribir más de cuatro líneas (pero ¿no habíamos quedado en que eran seis?) sin que se les agarroten las muñecas, ya sea por una tendinitis o por una inflamación del túnel carpiano. Tertio: tertium non datur.
 El enlace que precede a estas líneas (sí, ése, el que hay bajo el título) puede abrirse antes de leer este artículo, durante su lectura o después de la misma. También puede no abrirse. Faltaría más que en esta página gratuita y sin anuncios (es decir, exenta de esas interminables, molestas y soporíferas tandas de publicidad televisiva que de vez en cuando se ven interrumpidas por la inserción de unos programas generalmente tan deleznables que no pueden sino hacernos desear que vuelvan lo más pronto posible los anuncios) coartáramos la sacrosanta libertad del lector. Faltaría más. Sí señor. Faltaría.
Ese enlace (sí, ése mismo, el que puede abrirse antes, durante, después o nunca jamás), entonces, habla de una posible crisis de los blogs literarios y de autor. De los blogs, por supuesto, más o menos profesionales, más o menos conocidos, más o menos difundidos, en fin, más o menos leídos.
Pero si una posible crisis amenaza a esos blogs, ¿qué ocurrirá entonces con otros blogs mucho menos profesionales, mucho menos conocidos, mucho menos difundidos, en fin (otra vez), mucho menos leídos?
Me refiero, claro está, a los blogs, ya sean individuales o ya sean colectivos, donde los escritores, escritorcitos, escritorcillos, escritorzuelos, escribidores, escribidorcitos, escribidorcillos, escribidorzuelos, escribanos, escribanitos, escribanillos, escribanuelos, escribas, escribitas, escribillas, escribilluelos, en fin (y otra vez más), aficionados depositamos nuestras más o menos perfumadas deposiciones literarias.
Antes de proseguir querría suplicar a quienes consideren sinceramente que no tienen motivos para darse por aludidos que, por favor, no lo hagan. Mi estimado y fraterno lector/escritor o escritor/lector, por favor, se lo suplico, no se dé usted por aludido si honestamente piensa que carece de razones para hacerlo. Al fin y al cabo, esto no es más que un deslavazado conjunto de reflexiones sin objeto ni interés alguno. Y si se empeñan en que lo confiese, pues sí, padre, lo confieso: esto no es otra cosa que un artículo pretendidamente humorístico.
Porque es para morirse de risa lo que uno encuentra en muchos de esos blogs de aficionados.
Tengo un amigo (no, Tonto el que lo escribe, no; se trata de ese otro amigo tan socorrido y tan útil al que recurrimos cuando queremos encubrir alguna vergüenza; sí, exactamente, ése mismo, el que dice que escribe para olvidar) que tras darse una vuelta por esos andurriales ha clasificado a sus aborígenes en dos subespecies: los preciosistas y los telegrafistas. Dice mi amigo que si habla de subespecies es porque en realidad, cual Janos bifrontes que asumen una u otra máscara según sea el carácter de sus deposiciones (es decir, según se encuentren laxos o estreñidos), son como reflejos mutuos de una misma especie: los autocomplacientes.
El telegrafista, para empezar la casa por el tejado, es ése que sin haber leído seguramente a Gracián (y muy probablemente sin saber incluso quién es) te suelta a la menor ocasión la tan manida, trillada, sobada y manoseada cita de lo breve y lo bueno. (Posiblemente tampoco haya leído a Borges -La supersticiosa ética del lector-, quien califica a Gracián nada más y nada menos que de charlatán de la brevedad.). Es ése, también, que repite mil veces -como la famosa mentira convertida en verdad- el paupérrimo esquema del mini/micro/nanoloquesea: unas pocas líneas que no dicen nada y una presunta ocurrencia final que dice todavía menos (vamos, algo así como una traca de bodas, bautizos y comuniones). Y es ése, para terminar con el tejado, que cuando pretende dárselas de narrador -es decir, ir más allá de media página- es, tal vez por la falta de costumbre, tan aburrido, monótono y falto de progresión dramática como una mascletà sin ritmo.
En cuanto al preciosista, no se espere de él que diga lo que pasa en la calle si tiene ocasión de decir -y siempre la tiene; y si no, la busca- los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa. No se espere de él que renuncie a dar en todo momento un paso más allá de lo sublime. Y no se espere de él que en sus versos o en sus frases dejen alguna vez de crecer las florecillas o de cantar los pajarillos.
Estas reflexiones que no conducirán a nada ni interesarán a nadie (recuerde el alma dormida del lector que haya llegado hasta aquí que es mi amigo quien sigue hablando) son las que quería deponer en esta página el porquero de Agamenón (opina mi amigo que la verdad parece más verdad cuando la dice el porquero que cuando la dice Agamenón).

Y visto y leído lo dicho por mi amigo, poco me queda a mí por decir. Salvo que yo (sí, padre, lo confieso) soy el primero y mayor de los pecadores que él ha descrito. Sea arrojada, pues, sobre mí, la primera y mayor de las piedras.

domingo, 5 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Orgulloso de sí mismo (dedicado a la LOMCE, que nos estará escuchando): My hincultura me le e lavrado llo mesmo.

viernes, 3 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ Si en el Estado de Derecho sólo se puede enviar a Al Capone a la cárcel por evasión de impuestos, parece razonable pensar que este un tanto torcido Estado necesita una reforma a fondo. Para mejorarlo, por supuesto; pero a favor de quienes tenemos hambre y sed de justicia, que ya empezamos a estar muchísimo más que hartos (Mt 5,6).


Santísima Trinidad

A mi admirada Sandra Llopis y su tríptico narrativo Génesis

Después de hacer sonar el silbato, el índice derecho del árbitro señala inexorable el punto de penalty.
Los jugadores de ambos equipos se arremolinan alrededor del árbitro. Los del equipo atacante pidiendo que a la pena máxima se añada la tarjeta roja para el portero. Los del equipo defensor haciendo lo que corresponde en momentos como ése; es decir, ciscarse en el árbol genealógico del hijo de su madre que ha hecho sonar el silbato.
La cosa queda en unas cuantas tarjetas amarillas equitativamente repartidas entre los animadores y los protestantes. El portero se salva. Hágase la paz. Y la paz se hace.
 El árbitro, impuesta al fin su autoridad, hace salir del área a todos los jugadores excepto a los protagonistas del duelo.
El delantero centro toma el balón y lo deposita con cuidado sobre el círculo de cal que marca el lugar de ejecución de la pena máxima.
El portero, cumpliendo con su obligación, hace unas cuantas muecas y unos cuantos aspavientos cara a cara con su rival, y antes de que el árbitro lo envíe a su sitio sobre la raya de cal que marca la línea de meta le da una patadita al balón para terminar de joder al delantero.
Vuelto el balón a su sitio, el delantero retrocede unos pasos desde el punto de penalty para tomar impulso. Un segundo antes de iniciar su corta carrera se santigua.
Al mismo tiempo que el delantero, y sin dejar nunca de mirarle a los ojos, el portero se santigua también.
Entonces, durante ese paralizado instante de silencio en que ni vuelan las moscas, en el palco celestial el Hijo dice: “Padre, que lo marque, que lo marque” (o quizá dice que lo pare, que lo pare). Y el Espíritu Santo dice: “Compadre, que lo pare, que lo pare” (o quizá dice que lo marque, que lo marque).
Y Dios Padre, que para eso es Dios y para eso es Padre (y además es muy macho), con su retumbante voz de trueno dice: “¡María, mira a ver qué signo he puesto en la quiniela!”


miércoles, 1 de julio de 2015

Tonto el que lo escribe

§ La Guardia Civil es un cuerpo militar, como su propio nombre indica. El Partido Popular no es un partido populista, como su propio nombre no indica.