Hubo una época en la que yo era capaz de volar. Veía alejarse la tierra
bajo mis pies y acercarse las nubes hasta tenerlas al alcance de la mano.
Asomado a cualquiera de ellas, contemplando el panorama a vista de pájaro, veía
cumplida una de mis ilusiones incumplidas: me habría gustado ser cartógrafo
(bueno, entre tantas otras ilusiones incumplidas también he tenido siempre la
de ser pianista). Puestos a pasar la vida en una oficina, inclinando la cabeza
sobre una mesa llena de papeles o quemándome los ojos frente a una pantalla de
ordenador, que al menos lo que tuviera delante hubiesen sido mapas. Ésa fue
siempre mi mayor ilusión. Incumplida, ya digo. Como tantas otras.
Saltando de nube en nube llegaba a conocerse a gente muy interesante y
muy variada, gente que parecía razonablemente feliz, gente que incluso
resultaba ser inteligente (ente, ente). No como esa gente de caras fúnebres y
somnolientas que uno encuentra en los autobuses, en los trenes de cercanías o en
el metro. Gente que tal vez lleve en el alma un Bartleby o un lector de Le droit à la paresse pero que no puede
evitar llevar en el cuerpo un galeote. Y eso en lo que, no sin amarga ironía,
podríamos llamar los buenos tiempos.
Porque ahora ¿quién no daría lo que fuese con tal de tener un remo al que poder
encadenarse?
Pero estoy poniéndome sociológico, cuando en realidad lo que me siento es
nostálgico, melancólico y hasta diría -por el vaso de whisky que tengo en la
mano- que alcohólico.
Saltando de nube en nube también era posible conocer muchas ciudades: Madrid,
París, Lisboa, Londres, La Habana, El Cairo... Y Barcelona; sobre todo,
Barcelona. Cuando aún era Barcelona y todavía no era Barcelona. (No obstante,
allí quiero que sean dispersadas mis cenizas, en un vuelo póstumo desde lo más alto
de una fuente en un parque.)
Nunca necesité hacer nada especial para volar (nada de aleteos de manos y
pies o cualquier otra tontería por el estilo). Por eso ahora no sé qué hacer
para volar de nuevo. Lo quisiera; pero sé, sencillamente lo sé, que ya no
puedo. Sólo me queda el recuerdo y la nostalgia de aquella época en la que era
capaz de hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario