viernes, 5 de junio de 2015

Conspiración de silencio

Me han llegado rumores de que mi sombra y mi reflejo están conspirando en mi contra. Al parecer, están bastante hartos de depender de mí. Ingratos. ¿Acaso no sabe mi sombra lo preocupado que estoy por su futuro cuando yo deje de estar aquí? Y mi reflejo, ¿tan pronto ha olvidado mis visitas a través del espejo cuando nuestra soledad era un peso insoportable, tan pronto ha olvidado el whisky compartido, tan pronto ha olvidado las partidas de ajedrez? Ahora que lo pienso, creo que el instigador de la conjura no puede ser otro que mi reflejo. Al cese de las visitas llegamos de mutuo acuerdo, pues vimos que en lugar de aliviar nuestra soledad no hacíamos otra cosa que agravarla. Pero es muy posible que no haya llegado a perdonarme el hecho de, siendo él abstemio como lo es, verse forzado a beber en mi presencia. Y lo que es, más que posible, probable -e incluso yo añadiría que seguro- es que el motivo principal de su resentimiento hacia mí obedezca a que nunca le dejé que me ganara al ajedrez. (Pero él, recuérdese, tampoco lo hizo. Así pues, podría decirse que en esa cuestión hemos quedado en tablas.)
Más que quién pueda ser el instigador de la conspiración, lo que de verdad me preocupa es en qué diablos o demonios pueda consistir. ¿Es, por hacer un símil duelístico, a primera sangre o a muerte? ¿La planean como un indisimulado golpe de estado (ado, ado) o piensan disfrazarla de votación democrática? Si se tratara de esto último aún tendría alguna esperanza. ¿Esperanza?, dirán ustedes. Dos contra uno, pensarán, votación perdida. Pero olvidan que hay un tercero, o quizá habría que decir un cuarto, en discordia. Sí, como en Los tres mosqueteros, que resultaban ser cuatro. Y ese D’Artagnan con el que no habíamos contado no es otro que el reflejo de mi sombra (o la sombra de mi reflejo, que para el caso vendría a ser lo mismo). Voy a ver si lo (o la) gano para mi causa. En caso de empate, el voto de calidad decide. Y ese voto es el mío.


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