viernes, 26 de junio de 2015

Cada vez más viejos. ¿Cada vez más sabios?

A mi cuate Jorge Martínez, alias Volivar

A mi amigo el que escribe para olvidar empezó a gustarle la música hacia el principio de la adolescencia. Hasta entonces podría decirse que ni fu ni fa. Lo que oía por la radio le dejaba más bien frío. Eran los años de Elvis, de Paul Anka... Los Beatles aún no habían aparecido. Pero a mi amigo la que le gusta de verdad de verdad es ésa que generalizando conocemos como música clásica. Y es curioso que en los años del ni fu ni fa sintiera una extraña atracción por las marchas militares. Tal vez percibiera en esa pseudomúsica (ya se sabe: la justicia militar es a la justicia como la música militar es a la música) algo así como un eco premonitorio de la música de verdad, la música que muy pronto habría de atraparlo para siempre.
Y todo, como casi todo en este mundo, empezó por azar. Quizá si mi amigo no hubiese oído, no recuerda cuándo ni recuerda dónde, la marcha triunfal de Aída no sería posible escribir ahora estas líneas. Cuando oyó por primera vez ese fragmento de Verdi se dijo -el muy ignorante; si no conocía otra cosa- que era la mejor obra musical jamás escrita. Y se dedicó a perseguirla por las noches, en la cama, con la oreja pegada a uno de aquellos primitivos transistores japoneses en miniatura, haciendo girar y girar la ruedecilla del dial en busca de aquella anhelada marcha triunfal (al-al).
Pocas veces, muy pocas, la encontraba. Pero entre decepción y decepción por no encontrar aquella música que le obsesionaba... pues fue empezando a descubrir otras cosas.
Al principio, además de más (as-as) Verdi, fueron el Beethoven más heroico y el Wagner más trompetero. Y la paleta de colores se fue ampliando: Rossini, Bellini, Donizetti, Schubert, Mendelssohn, Chopin, los rusos, Richard Strauss, los franceses, las vanguardias del siglo XX... Y last but not least, los que para mi amigo son los más grandes: Bach, Hændel, Vivaldi, Haydn, Mozart...
Los gustos, con los años, han ido variando. Lamenta mi amigo, a pesar de haberlo intentado hasta el agotamiento, que no acaben de entrarle Schumann, Brahms, Chaikovski... No lo lamenta tanto con Puccini... Y con Beethoven, al menos con cierto Beethoven, acaba siempre ocurriéndole algo parecido a lo que contaba Cortázar en Las ménades.

Pero los que nunca le fallan son los grandes. Y entre ellos, Mozart siempre en el corazón, siempre. Y en la cabeza (pero también en el corazón, también), siempre Bach, Bach, Bach. Johann Sebastian Bach por siempre y para siempre.

2 comentarios:

  1. Andrés, amigo, carnal, gracias. Me he quedado estupefacto (facto, facto).
    ¿Que ni fu ni fa en la música en mi infancia? Pues verás, el wei ese al que le decían Amadeus Mozart, me hubiese pelado los dientes.
    Pero, ya en serio, agradezco tu amistad, y que te acuerdes de un amigo mexicano. Hasta luego, compa, y síguele chingando a esto de las bellas letras, en donde te pintas solo.
    Un saludo afectuoso a los cuatachos españoles, que mucho estimo... es un chingo: Rafa Sastre, Pernando, Las Hoyos,. Sandra Llopis, Marco Antonio Torres... y un buen puño de etcéteras.
    Jorge Martínez (exVolivar)
    Sahuayo, Michoacán, Mexico

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  2. Ahora me doy cuenta, wei, de que tu comentario ha sido en el blog. Lo he recibido primero por Gmail y te he contestado por allí y también por Facebook. Supongo que ya tendrás claro que "ni fu ni fa" no eres tú, soy yo.

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