viernes, 1 de enero de 2016

Feliz año nuevo

Shakespeare se lo hubiera pasado en grande: los ciegos votando a los locos. Esto, parafraseando su Rey Lear (acto IV, escena I: La plaga de estos tiempos es que los locos guíen a los ciegos), es lo mejor que puede decirse, visto el resultado, de las elecciones generales del pasado 20 de diciembre de 2015. Pero el teatro aún no ha terminado (y la ópera bufa —o, mejor dicho, dramma giocoso— de Cataluña, tampoco). Pues es ahora cuando empieza la verdadera representación.
Para empezar tenemos a Ciudadanos, que, muy a su pesar, ha de conformarse con el papel de una Cordelia empeñada en socorrer —y, si se tercia, en sucumbir con él— a su padre putativo, el atribulado Partido Popular, encabezado, mientras siga sosteniendo la testa sobre los hombros, por un perpetuamente dubitativo Hamlet que en lo más profundo de su corazón tal vez habría querido ser Macbeth. (Pero siempre ha tenido demasiadas brujas y demasiados fantasmas paternos en su partido impidiéndole cumplir su sueño.) Todo un espectáculo. Vaya que sí.
Aunque el espectáculo de verdad, el mayor espectáculo del mundo, nos lo está dando el Partido Socialista Obrero Español, empeñado en ofrecernos la representación de una de las obras mayores del bardo: Julio César (¿con el añadido tal vez de Antonio y Cleopatra?). Hagan juego, señores, y repartan papeles. Para el de César ya hay quien lleva todos los números. Pero ¿se atreverá alguien a hacer de Marco Antonio? ¿Quién será el honrado Bruto? ¿Quién Cicerón? ¿Quién Casio? ¿Habrá una Cleopatra? La que podría representar este último papel tiene muy poco de Cleopatra, si acaso el áspid; y por sus aspiraciones parece más bien una lady Macbeth dispuesta, sin necesidad alguna de consorte, a llegar a ser califa en lugar del califa; es decir, a llegar a ser Octavio.
¿Y qué decir de Podemos? ¡Ay!, el que esto escribe confiesa, siguiendo al Arcipreste (Sienpre quis muger chica más que grande nin mayor: / non es desaguisado del grand mal ser foídor, / del mal tomar lo menos, dízelo el sabidor, / por ende de las mugeres la mejor es la menor), que Podemos ha sido —qué remedio— su dueña chica. Pero no por ello deja de parecerle la actitud de estos chicos, que tal vez ellos justifiquen por conveniencias tácticas, muy cercana a la sinuosa doblez de un Yago.
¡Pobre público! Sacada la entrada, depositada en la urna, sólo nos queda presenciar la función. Aunque, más que en el teatro, es posible que estemos en el circo romano, asistiendo a la lucha de los gladiadores en la arena. Pero cuidado, no acabemos cayendo todos del graderío y quedemos en la arena como mártires a merced de los leones. Cuidado, no termine todo esto —metafóricamente, por supuesto; o así lo espero— como en Hamlet, donde al final muere hasta el apuntador. O, peor todavía, como en Tito Andrónico, donde ni siquiera el acomodador consigue salvar el cuello.
Lo dicho: feliz —y próspero— año nuevo.


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