¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Por qué existo? ¿Por qué soy
el que soy? ¿Por qué soy infinito? ¿Por qué soy eterno? ¿Por qué no tengo
principio ni fin? ¿Por qué (¿no es irónico?) soy omnipotente? ¿Por qué (¿no es
todavía más irónico?) soy omnisciente? ¿Por qué soy ubicuo, o, por decirlo de
otro modo, omnipresente? ¿Por qué tuve que crear un universo (o, según las
últimas noticias, múltiples o incluso infinitos universos)? ¿Por qué había de
tener un maldito, puto y puñetero plan? ¿Por qué y para qué los ángeles y los
arcángeles, por qué y para qué los querubines y los serafines? ¿Por qué diablos
y para qué demonios los ángeles caídos? ¿Por qué —delenda est figlina— tuve que modelar con arcilla un mono
evolucionado que habría de terminar inventándome a su imagen y semejanza? (¿Por
qué habré tenido que ser tan chapucero?) ¿Por qué, después de diluvios
universales y lluvias de fuego, tuve que elegir un pueblo elegido? ¿Por qué
tuve que escribir el más leído, el más traducido y el más vendido de los libros
(del que, por cierto, aún estoy por ver un solo céntimo en concepto de derechos
de autor)? ¿Por qué tuve que adoptar la máscara de un viejo cascarrabias,
iracundo y vengativo? ¿Por qué tuve que aceptar después el papel de un
jovenzuelo blandengue, conciliador y compasivo? ¿Por qué no digo ni pío (tú,
santo palomo, ¿para qué hostias quieres el pico?) cuando no dejan de tomar mi
nombre en vano? ¿Por qué sigo sin ver un solo céntimo en concepto de derechos
de autor si de mi libro ya se han hecho tres versiones y múltiples por no decir
que incontables ediciones? ¿Por qué, Dios mío, tanta pregunta? ¿Por qué, Dios
mío, tanto porqué? ¿Habrá de ser así por siempre y para siempre? ¿Habrá de ser
así por todos los siglos de los siglos amén? ¿Nunca jamás podré dormir sin
sueños? ¿Nunca jamás podré dejar de ser el que no quisiera ser? ¿Nunca jamás me
será permitido abandonar esta inexplicable e incomprensible existencia de una
maldita, puta y puñetera vez?
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