Ese joven indignado que se agita en las asambleas del 15-M eras tú en los
primeros años setenta del siglo XX. Hacia 2050, ese joven indignado será el tú de
ahora. ¿Qué habrá sido de él para entonces? ¿Será ese tú que sobrevive
anonadado entre las cenizas de sus sueños derrotados, o acaso será ese otro tú
(ése que ahora disfruta de coche oficial; ése que en la facultad era el más
vociferante en las asambleas) que ha renegado hasta de las cenizas de sus
sueños traicionados? Te dices (quizá porque piensas —pero piensas también ¿de qué sirve?— que hay un tercer tú
inmune al tiempo, un tercer tú que estuvo en los primeros años setenta del
siglo XX y sigue estando ahora en el 15-M) que te da igual, que el tiempo, como
dijo el clásico, es circular, es una rueda que gira y gira, y que nadie
escarmienta en cabeza ajena. Te dices que sería inútil advertirles, no de que
dejen de hacer lo que están haciendo ahora sino de que traten de no llegar a
hacer lo que inevitablemente terminarán haciendo. Piensas en tantas
generaciones jóvenes corrompidas por el paso del tiempo (piensas también en
generaciones como la de la Segunda República, corrompidas mucho más atroz y
velozmente por la muerte), en tantas generaciones anteriores a la tuya que no
te sirvieron de ejemplo. Recuerdas cuando leíste L’éducation sentimentale, allá por aquellos primeros años setenta
del que nunca te acostumbrarás a llamar siglo
pasado, y te dijiste que a nosotros jamás nos ocurriría eso. Tenías siglo y
medio de experiencia previa y sin embargo lo que no había de volver a ocurrir
volvió a ocurrirte. ¿Para qué advertir entonces a esos ingenuos jóvenes
indignados? ¿O para qué dejar esta cómoda supervivencia entre cenizas y unirse
a ellos? (Si además ya estás haciéndote mayor y será muy difícil que en esos
ambientes vuelvas a encontrar novia.) Ya lo dijo el clásico: el tiempo es
circular, es una rueda que gira y gira. Pero también dijo que en cada giro el
eje de la rueda se desgasta. Sobreviviendo entre cenizas derrotadas, terminas
preguntándote qué ocurrirá cuando el eje no aguante más y la rueda, reventada,
deje de girar. ¿Sobrevendrá acaso un huracán bíblico que acabe por borrarnos de
la faz de la tierra?
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